Diseño Sensorial
¿Cuál es la necesidad de diseñar algo más allá de suplir una necesidad básica? Si tu mundo es el diseño gráfico, la arquitectura, la música o incluso los deportes, en algún punto te vas a dar cuenta de que es necesario dejar los libros y la técnica a un lado para poner a prueba tus conocimientos.
Uno de los errores que cometemos —no solo los diseñadores, sino todo profesional o experto— es aprender todos los modos, técnicas, fórmulas y teorías sin haberlas puesto a prueba. Creemos que es suficiente saber, o haber escuchado cierta información, como para saber usarla. Y no, no estoy desacreditando la educación formal, pero esa es solo la iniciación hacia una ruta de entropía. Necesitamos exponernos a situaciones adversas para entender que todo lo que conocemos es limitado, y que si no aprendemos a nadar con las olas, vamos a ser tragados por una de ellas.
Una vez que aprendemos a dominar los elementos y los recursos para llegar a ciertos destinos, recién podemos empezar a direccionar, por juicio propio, hacia dónde apuntar. Antes de eso, todo lo que hacemos no es más que disparar ideas sin dirección. Somos como un mono con una metralleta.
Así que, después de varios intentos, tropiezos y aciertos, aprendemos a ajustar el campo visual y apuntar hacia una dirección de forma efectiva. No creo que exista una sola dirección. Son infinitas. Pitágoras lo asemejaría a una esfera, que proyecta sus lados de forma infinita y todas las posibilidades existen como una expresión totipotencial. Es decir que debemos enfocar, pero no tanto como para replicar el mismo ambiente toda la vida.
Si te gusta el tenis tanto como a mí, te vas a dar cuenta de que necesitas saber dominar situaciones inciertas de diferentes formas en diferentes escenarios, diferentes jugadores y hasta temperaturas distintas, porque si no lo haces, te vuelves predecible, y eso le da una ventaja a tu adversario. Incluso hacer maniobras o jugadas imposibles se vuelve algo inspirador para los demás jugadores y un excelente show para los espectadores. Hay muchos partidos que se juegan, pero no todos te cautivan como los que se juegan por los mejores.
Si eres músico, saber improvisar es lo que le da color y personalidad a tu música. No es lo mismo saber todas las escalas, modos y acordes de memoria que saber entonarlos y armonizarlos de acuerdo a la energía del momento. Si eres DJ, seguro sabes que no es suficiente tener un buen playlist. Hay que saber llevar a las personas a un momento exacto para que se pueda apreciar la música con euforia, emoción, o melancolía.
O si no, dime: ¿es lo mismo ir al cine sabiendo el final? Lo más seguro es que la película tenga una introducción abrupta o lenta, pero empezará a llamarte y poco a poco desarrollará momentos en los que será predecible, solo para luego sorprenderte con algo totalmente opuesto. Es decir que has mordido el anzuelo. El anzuelo de la percepción, con tus sentidos por culpables.
En la arquitectura sucede exactamente lo mismo. No todo tiene que ser perfecto. No todo tiene que ser exacto. No todo tiene que ser preciso. Es necesario captar la atención de los sentidos, y eso lo logramos cuando se detecta cierto desorden. Cuando encontramos un espacio estrecho que nos lleva a una sala increíblemente amplia, permitiendo que seas consciente de lo que estás percibiendo y puedas apreciarlo. Buscamos el caos para brindar el privilegio del orden.
Se vuelven experiencias muchas veces inexplicables, pero un lugar nos puede llevar a un sitio cálido y acogedor o a uno frío y fresco. De igual manera, la forma en que el diseñador exprese su idea a través de la arquitectura, las texturas y los materiales puede llevarnos al cielo o a lo más profundo del abismo.
Podemos entender que nuestros cuerpos, de manera inconsciente, son lectores de espacios. La mayoría de las personas no tienen idea de conceptos de diseño ni entienden la arquitectura, pero no es necesario que lo sepan para sentir. Siempre habrá una reacción natural; para bien o para mal. Dicen que el buen diseño no solo ocupa un lugar en el mundo sino que ocupa un lugar en la memoria.
Existen métodos mecánicos y técnicos que podemos aplicar para diseñar, pero aprender a dominarlos solo es la base sobre la cual improvisar. Es ahí donde buscamos llegar. Dejar que lo teórico sea tan rápido como un reflejo y que el cuerpo lo haga intuitivamente sin siquiera depender del cerebro para hacerlo, dando espacio, atención y energía para dedicarnos a lo que verdaderamente es trascendental, que es: diseñar para los sentidos.
Un espacio sensorial no necesita llenar ni impresionar. Necesita resonar. Ser una extensión del cuerpo y un reflejo del alma. Y ese tipo de espacio es el que transforma. No solo cómo habitamos, sino cómo existimos dentro de lo habitado.